El Pinzón movido por la compasión ante los
sufrimientos de Jesús, se puso a retirar de su divina
carne una por una las puntas de la corona de espinas,
todavía mojado de la divina sangre, las partes de su
cuerpecillo alcanzadas por ellas quedaron marcadas
gloriosamente. El pinzón se ganó así su pectoral de
color de sangre, así como sus descendientes.